Día D; por fin llueve en Madrid (y en otros tantos puntos de la geografía española) y de repente, en la prensa y en las redes sociales se empieza a hablar de la «espuma blanca»‘ que hay en la carretera… ¿Eso es nuevo? No. ¿Es solo aquí? No. ¿Es natural? No.
Vivimos en una sociedad en la que el transporte en coche se ha convertido en algo esencial, en una comodidad más a la que nos costaría renunciar. Los coches son la primera opción para mucha gente a la hora de ir al trabajo, al salir al cine o a donde hayas quedado con los amigos, a veces incluso para trayectos muy cortos…¡¡¡Lo cogemos para todo!! ¿Y hasta ahora no nos hemos damos cuenta de que «ensucia»?
¿Qué es esa espuma blanca de la carretera?
Esa espuma blanca no es otra cosa que suciedad; la suciedad que dejan los coches. Son restos de neumático, restos de carburante, restos de aceite… que se han ido acumulando en el asfalto. Al llegar la época de lluvias el agua se mezcla con todos estos residuos y genera esta desagradable espuma blanca.
Es decir, contaminación.
Como todo tipo de contaminación lleva asociados algunos daños, el más visible sería el tener un accidente de coche por el menor agarre de los neumáticos con el asfalto. Pero también existen otros daños derivados del uso del coche, por ejemplo, la contaminación generada hacia la atmósfera, producida por los gases que se expulsan de los vehículos; Es la más conocida, o al menos de la que más se habla. Por tanto tenemos dos tipos de contaminación, una física y otra atmosférica, pero ¿cuál de las dos es más preocupante para la salud humana? La segunda, la contaminación atmosférica es más preocupante a corto/medio plazo.
Si analizamos estos dos tipos de de contaminación debidas al transporte por carretera encontramos:
Contaminación Física. Es la más visible, en este caso son los restos de aceite, las nanopartículas que no se han quemado en el proceso de combustión, los líquidos usados en la maquinaria del motor y los restos de neumáticos de los coches.
Contaminación Atmosférica. Está relacionada con la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas) que es un proceso que se da principalmente en el transporte por carretera. Los contaminantes más importantes que aparecen debido al transporte son: el dióxido de azufre (SO2), trióxido de azufre (SO), oxido nítrico (NO), dióxido de nitrógeno, (NO2), monóxido de carbono (CO), dióxido de carbono (CO2), ozono (O3), metano y metales como el plomo (aunque gracias a que cada vez hay menos coches que utilicen este tipo de combustible se está reduciendo la abundancia en la atmósfera del mismo).
Como vemos, la contaminación atmosférica a pesar de ser menos visible que esa “espuma blanca” que podemos encontrar en días puntuales, es mucho más importante y peligrosa. Por poner un ejemplo, es la causante de miles de enfermedades respiratorias al año (asma, alergias…).
¿Cómo podríamos reducir ese tipo de contaminación?
Para reducir poco a poco esta suciedad que van dejando cada día los miles de coches que circulan por nuestras carreteras, habría que adoptar medidas que se ha demostrado muy útiles en otros países, como por ejemplo:
- Sustituir progresivamente los coches más contaminantes por otros con mejores características y que expulsen menos desechos.
- Potenciar la compra de vehículos híbridos y eléctricos, ambos modelos contaminan menos que nuestros viejos coches.
- En ciudades grandes se tiende a reducir el número de vehículos que circulan, a reducir la velocidad, incentivar el transporte público o transporte no contaminante (véase bicicletas).
Como vemos, no es necesario “volver al pasado” y renunciar a la comodidad del transporte, sino que se evolucione de forma sostenible con el medio ambiente. Hay soluciones modernas y adecuadas para nuestras necesidades pero que también son respetuosas con el planeta.
Sigamos moviéndonos, pero pensemos también en el medio ambiente en el que queremos vivir, y que le dejaremos a nuestros hijos en el futuro.